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El Precio

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El 10 de febrero de 1258, hordas llegadas desde el Asia Central al mando de Hulagu Khan arrasaron la ciudad de Bagdad. Hulagu era nieto de Genghis Khan, quien a su vez, años antes, había asolado media Europa. Por eso se lo conocía como "El azote de Dios". Fiel a su estirpe, Hulagu no dejó piedra sobre piedra y masacró a casi la totalidad de la población, calculada en 800.000 personas. Luego avanzó sobre Damasco estableciendo a su paso un dilatado y efímero dominio: el imperio mongol de Il-Khans. Cuando se lanzó sobre Egipto, esclavos mercenarios provenientes de la región del Mar Negro, los mamluks, detuvieron su avance. Era el año 1260.

Mucho, muchísimo tiempo antes de estos hechos, entre los ríos Tigris y Éufrates se había acunado la primera gran civilización de la historia. Todavía hoy, al sur de Bagdad, se hallan los restos de Ur, la estructura arquitectónica más antigua del mundo, asentamiento religioso de la civilización sumeria al comienzo de la línea de dinastías que gobernaron la Mesopotamia hacia el 4000 a. C. Muchos creen que fue la ciudad natal del profeta Abraham.

Bastante antes del nacimiento de los imperios egipcio, griego y romano, aquí se inventó la rueda y se desarrolló el primer sistema matemático. Sobre tablillas de barro cocido y mediante un sistema de signos llamado cuneiforme, se escribieron las primeras poesías, incluyendo Gilgamesh, un canto épico de la literatura antigua. Fue el comienzo de la escritura. El primer sistema informático de que se tenga memoria. Un signo abstracto que, enhebrado a otros signos, igualmente abstractos, volvía inteligible el pensamiento, daba certidumbre y permanencia a la palabra, dibujaba la forma de la memoria.

Se sucedieron las generaciones, surgieron y caducaron poderosos imperios, y las tablillas, por millones, dieron cuenta de todo: decretos reales, cánticos y alabanzas a los dioses, disputas y tratados, transacciones comerciales, la abundancia de las cosechas, los ciclos del cielo y de la tierra. La última conocida data del año 7 antes de nuestra era y relata que Ishtar, la diosa de la Luna, había entrado en un cono de sombra. Era un eclipse y podía ser el símbolo del ocaso de una cultura. Habían transcurrido 35 siglos desde que, con la palabra escrita, se iniciara aquí la verdadera gran alborada del hombre.
Ya en nuestra era, en el año 762, en la ribera occidental del río Tigris, Abu Jafar al-Mansur, segundo califa de la dinastía Abasida, puso la primera piedra de una nueva urbe: Bagdad.

Pronto se la conoció como "la Ciudad Circular", por la inmensa muralla que la rodeaba. En su interior se bordaron las circulares historias de Sherezade, narradas en Las mil y una noches, que dan una idea del esplendor en la corte del más famoso gobernante Abasida, el califa Harun al-Rashid. Centro floreciente de la civilización árabe, un día llegó a sus puertas un joven proveniente de las costas del Mar Caspio, quien pronto se convertiría en el jeque Abdul Qadir Bin Mousa al-Gailani. Descendiente del imán Ali Bin Abi Talib, primo y cuñado del profeta Mahoma, Abdul Qadir enseñó la tolerancia y el amor por los extraños. Su reputación se extendió por todo el mundo islámico e infinidad de discípulos se le unieron, dando origen al llamado "camino al-Qadiriya", una de las cuatro grandes vertientes del sufismo en el mundo.

Hacia el siglo XIII, legendaria y anhelada, Bagdad era el centro intelectual del mundo.
A pesar del fatídico 10 de febrero de 1258, pudo renacer de sus cenizas, pero en 1401 otra horda proveniente del centro de Asia, conducida por un ya lejano descendiente de Genghis Khan, el temible Tamerlan (que significa Timur el Cojo), la arrasó nuevamente, repitiendo el mismo ritual de sangre sobre sus indefensos habitantes. La población quedó reducida a 150.000 personas, e Irak, fragmentada en pequeños reinos.

El sistema de irrigación entre el Tigris y el Éufrates, aquel que dio origen a la agricultura y con ella a la civilización, quedó seriamente dañado. Empobrecida, Irak cayó bajo el yugo otomano, que se prolongó durante casi seis siglos. Entre la desdicha y el esplendor, junto al Tigris, la ciudad de Las mil y una noches continuó tejiendo su historia y parte de su antigua magnificencia volvió a florecer.

PD: me traes un poco de historia dentro de un frasco....solo un poco de tierra.


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